El emprendimiento y crecimiento personal en tiempos de post pandemia

El presente informe tendrá como contenido la definición de ambas acciones como lo son el emprendimiento y el crecimiento personal, informando así cómo es que varios empleos se vieron afectados tras la llegada del virus, covid 19, generando así el emprendimiento propio. Veremos ciertos casos de Ecuador.

Para el año 2019 todos los empleos estaban en constante funcionamiento, la situación económica en el país era normal, siempre el emprendimiento ha existido ya que son personas que al no encontrar empleo sea por equis motivo se dedican a crecer por ellos mismos. En diciembre del mismo año se dio a conocer este virus que poco después es llamada pandemia mundial.

La pandemia trajo varias consecuencias, una de las más importantes es que todos los países entraron en cuarentena, los trabajos ya no eran en forma presencial sino por teletrabajo, pero al ver que no había un salario mensual como años pasados, las personas optaron por emprender y así generar ingresos a sus hogares.

¿A qué llamamos emprendimiento?

Pues bien, el emprendimiento es un negocio a pequeña escala que brinda ya sea un bien o un servicio determinado, esperando tener un fin lucrativo. Aquí viene la palabra emprendedor, que es aquella persona que tiene un conocimiento, la habilidad de producir x bien, en nuestro país la mayoría son artesanos brindan su bien artesanal, también la producción de mermelada casera o peluquería a domicilio.

Muchos emprendimientos se dieron a conocer, tuvieron buenas ventas, aumentaban sus clientes, comunicándose por redes sociales, las mismas que promocionaban sus productos o servicios. Fue el caso de la tienda online Dreamshop, un microemprendimiento que se dedica a la venta de ropa y accesorios para damas (jeans, chaquetas, blusas, zapatos). Es importante aclarar que al momento de ofrecer estos productos cualesquiera debía ser llegado con medidas de bioseguridad que hasta ahora se sigue realizando con el fin de cuidar nuestra salud.

¿por qué crecimiento personal? Esto hace referencia a la serie de actividades que aportan al ser humano, como el descubrimiento de nuevas oportunidades, ayuda a descubrirse y mejorándose a sí mismos. Va de la mano con impulsar el desarrollo de sus propios potenciales, capacidades, habilidades personales.

DATOS CURIOSOS.

  • Muchos dicen que sin tiempos de crisis no hay evolución posible, pero es ahí cuando en estos momentos difíciles es cuando nuestro cerebro produce más y mejores ideas, es por eso que hay que alejar estas emociones negativas para asi surgir a lo positivo.
  • La crisis supone un momento conjunto rural de cambios y evolución, pero la evolución sólo depende de nosotros, es donde debemos de emprender nuevos proyectos y no estancarnos en el camino.
  • Tanto los emprendimientos y negocios pasan por momentos difíciles pero la mejor manera de sobrevivir a esto es insistiendo lo constante y enfocar la pasión por lo que hacen.
  • La regla número uno del emprendimiento es “ser haciendo lo que amamos”. Lo que se refiere es que en nuestros productos o servicios se tiene que ver reflejado el amor por nuestro trabajo.
  • Para un emprendimiento hay que saber cuáles son nuestros objetivos y ponerlos en práctica, las cosas más importantes es atraer a los clientes, tener un método de trabajo, cuidar la imagen del emprendimiento y qué mensaje desea transmitir a través del diseño de la marca o logotipo.
  • Los tiempos de crisis son los mejores para impulsarnos como mejores personas y por ende mejores emprendedores.

Sugerencias para un emprendimiento.

  • Estar atentos a las ideas que nos envía nuestro cerebro.
  • Mirar qué y cómo hacen para triunfar los que consideramos triunfadores.
  • SER haciendo lo que amas.
  • Accionar. Ninguna idea, por más brillante que sea, se ejecuta por sí misma.
  • Mantener la coherencia entre lo que somos y ofrecemos como personas y empresa.
  • Si miras al lado, fíjate en los métodos de trabajo del otro. No husmees para lamentarte.
  • Y no lo olvides: los mejores proyectos van de la mano con el amor por lo que se hace.

Sección de opiniones.

Tener un emprendimiento nos hace evolucionar interna y externamente como persona, es cierto que nos genera ingresos personales, pero es cuestión de cada quién cómo administrar su dinero. Todo producto o servicio debe de ser muy bien atendido, manteniendo en cuenta que existe la competencia, ninguna competencia es mala siempre y cuando sea leal, más bien esto nos genera motivación a crecer con nuestro propio negocio.

Las personas que no tenían trabajo o tuvieron una reducción de sus ingresos, como consecuencia de la crisis provocada por la pandemia de covid-19, han encontrado en sus cocinas la salvación. En estos espacios, las personas han puesto en práctica las recetas que aprendieron de sus madres o abuelas. Otras se han apoyado en tutoriales de Internet.

CASOS EMPÍRICOS DE EMPRENDIMIENTOS TRAS LA LLEGADA DE LA PANDEMIA.

Productos artesanales

En Manta está María José Zambrano, quien tiene arte en sus manos. Es diseñadora de joyas y parte de su equipo son amas de casa que trabajan desde sus hogares. “Son productos elaborados a mano, con materia prima de la provincia como por ejemplo tagua, marfil vegetal, grano de café tostado natural y también semillas”, precisó la emprendedora.

El abanico de productos es amplio. Tiene sombreros de paja toquilla, carteras, pulseras y accesorios de todo tipo. Ahora se encuentra trabajando en su nueva colección que saldrá en los próximos días para la temporada de fin de año. María José ha podido mantener su negocio, comercializando sus joyas a través de redes sociales, de WhatsApp y con el contacto directo con sus clientas.

Venta sin contacto y mensajería en drones

Si utilizar un dron como medio de entrega de paquetería es novedoso, imagínese que además llegue personalizado con música y un mensaje de sus seres queridos. Esa es la idea de Carolina Mayorga, una joven emprendedora quiteña que le apostó a un proyecto que se estrena en el país tras quedarse sin trabajo. Proyecto que surge en tiempos duros de la pandemia donde 10 personas que compartieron esta idea son parte del proyecto.

Los drones llegarán con su mensaje y el regalo que usted elija entre las opciones que ya están determinadas -porque el peso no puede exceder los 150 gramos-, en las mejores condiciones porque son operados por profesionales. “Tenemos compañeros que trabajaban en aerolíneas y se quedaron sin trabajo, son pilotos profesionales que ahora son parte del equipo y son quienes operan el dron.” Carolina y su esposo enfocan sus esfuerzos en patentar esta idea que cada vez tiene mayor demanda. Sus precios son accesibles, considerando que existe también un servicio post venta. La emprendedora entrega un recuerdo al final que consiste en un video y fotos digitales. El precio oscila entre $ 40 a $ 70.

Las Monas

María del Carmen Salazar recurrió a esta iniciativa en abril pasado, se encontraba en el desempleo. Ella empezó preparando bolones, secos de carne y de camarón. Los pedidos los recibía con anticipación para organizar las entregas y prepararlos en las mañanas. En esta actividad productiva colaboraban su esposo e hija de 12 años.

Inicialmente recibía 10 pedidos. Actualmente, ya suman 30 pedidos y en mayor volumen. Este crecimiento le permitió contratar a tres personas y abrir un local en Quito. En esto invirtió USD 9 000. “Mi sueño es tener una cadena de restaurantes”.

CONCLUSIÓN

La innovación es una parte muy fundamental que todo ser humano trae, la misma que hace que ideas brillantes salgan a flote, negocios se inicien de poco. El emprendimiento es una manera de sobrevivir económicamente, ya que se reactiva la economía en momentos de crisis. Esta situación económica ayuda en lo personal, a conocer las habilidades que poseemos, ver qué tanto podemos hacer por nosotros mismos y por los demás. La pandemia trajo mucho dolor a las familias, pero es la misma que también activó el desarrollo de negocios por necesidad.

Fuente: https://www.investig-arte.com/infografias/el-emprendimiento-y-crecimiento-personal-en-tiempos-de-post-pandemia/




La extraordinaria historia del “príncipe de la anarquía” que construyó su propia isla (y micronación) frente a las costas de Italia

A finales de la década de 1960, un ingeniero italiano construyó su propia isla -con restaurante, bar, tienda de recuerdos e incluso oficina de correos- en las aguas del mar Adriático.

Es una historia extraordinaria, que no se había contado en décadas, pero eso está a punto de cambiar con el lanzamiento de «La increíble historia de la Isla de las Rosas» (L’incredibile storia dell’Isola delle Rose), una nueva película de Netflix.

El filme cuenta la historia real de Giorgio Rosa y su batalla con las autoridades italianas para que la estructura que construyó fuera reconocida como un Estado independiente.

Una historia desconocida por casi todos incluso en Italia, con la probable excepción de los habitantes de Rímini, la ciudad del norte del país que se alza en la costa frente a la que Rosa construyó su micro-nación utópica.

«Es una historia muy famosa, pero solo en Rímini. Pensamos que era una historia increíble y que era muy extraño que no la conociéramos», agrega.

Antes de su muerte en 2017, a la edad de 92 años, Rosa se reunió con los cineastas y, tras un poco de persuasión, les dio su bendición para adaptar su historia a la pantalla.

La película resultante muestra la construcción de la isla y la negativa de Rosa a ceder a las demandas del gobierno italiano de desmantelarla.

Hija de su tiempo

La historia comienza en 1967, cuando Rosa se propuso construir una micro-nación, que pretendía ser un símbolo de libertad.

Mucha gente en ese momento pensó que debía estar loco para intentar tal hazaña. Y, como señala su hijo, la construcción de la Isla de las Rosas requirió una gran cantidad de conocimientos técnicos.

Foto de "La isla de las Rosas"
Pie de foto,La película muestra cómo los jóvenes acudieron en masa a la Isla de las Rosas en medio de un contexto de disturbios políticos.

«Mi padre era ingeniero y en Italia bastaría con describirlo así para entender qué tipo de persona era», explica Lorenzo Rosa.

«Era una persona muy precisa, detallada y muy organizada. Un ingeniero en un sentido casi alemán de la palabra. Excepto por esta pequeña vena de locura que lo llevó a querer construir una plataforma para sí mismo, y luego convertirla en un estado fuera de las aguas territoriales, lo que lo convirtió en el príncipe de los anarquistas«, agrega.

2px presentational grey line

L’isola delle Rose

Isla de las Rosas

  • En 1967, el ingeniero italiano Giorgio Rosa diseñó y financió la construcción de una plataforma de 400 metros cuadrados que se alzaba 26 metros sobre el lecho marino mediante pilones de acero.
  • La estructura se construyó a 12 km de la costa de Rímini, un poco más allá de las aguas territoriales italianas, lo que significaba que estaba fuera del control de sus autoridades.
  • Rosa se convirtió en presidente y lo declaró un estado independiente: la República de la Isla de las Rosas.
  • Las autoridades no estaban contentas de que la Isla de las Rosas se hubiera construido sin permiso y se estuviera beneficiando del turismo al mismo tiempo que evitaba las leyes fiscales italianas.
  • Además de afirmar que la isla se usaba para beber y jugar, en un esfuerzo por dañar su reputación algunos políticos incluso sugirieron que la isla representaba una amenaza para la seguridad nacional y podría estar proporcionando cobertura a los submarinos nucleares soviéticos.
  • Apenas 55 días después de la declaración de independencia de la isla, el 24 de junio de 1968, los italianos enviaron fuerzas militares para asumir el control de la misma y la destruyeron el 11 de febrero de 1969 utilizando dinamita.
  • Días después, una tormenta sumergió la estructura por completo. Hoy, sus restos descansan en el fondo marino del Adriático.

«La increíble historia de la isla de las Rosas» es fundamentalmente «una historia sobre la libertad, sobre lo resistente que fue Giorgio Rosa en su lucha con el gobierno», explica Rovere.

«Él no quería rendirse porque la ley, en los años 60, era que si estabas a más de seis millas de la costa, estabas en tierra de nadie, así que podías hacer lo que quisieras, como si estuvieras en la Luna», agrega.

«Y así fue como construyó la isla, un logro increíble porque era muy complicado. La construyó en seis meses con cuatro amigos y un grupo muy pequeño de trabajadores. Inventó la tecnología para hacerlo, y estaba muy orgulloso de ello. De hecho, cuando hablamos con él [sobre hacer una película] no estaba muy interesado en la historia, pero le entusiasmaba contarnos sobre la tecnología que había inventado para construirla», relata Rovere.

Una vez que se completó, la plataforma de Rosa atrajo rápidamente la atención de los periódicos italianos.

Y en un contexto de malestar mundial con la Guerra de Vietnam y las protestas por los derechos civiles, los jóvenes acudieron en masa a la Isla de las Rosas en busca de diversión y libertad.

Los esfuerzos para tratar de cerrarlo solo lo hicieron más popular. El gobierno italiano intentó desacreditarlo alegando que la isla estaba siendo utilizada para actividades ilegales como juegos de azar y consumo de drogas.

«Hicieron y dijeron todo eso simplemente porque querían arruinar su reputación«, dice el hijo de Rosa.

«Incluso sugirieron que había submarinos rusos debajo de la isla. Y luego otra acusación fue que la isla era peligrosa porque era inestable y, sin embargo, se necesitaron tres rondas de dinamita para destruirla».

Trabajo duro

De hecho, la cantidad de trabajo duro que tomó diseñar y construir la Isla de las Rosas se hizo evidente cuando el director Sydney Sibilia y su equipo intentaron recrearla para la pantalla.

La película se rodó en una piscina infinita en Malta, en un agua mucho menos profunda de lo que había sido en la vida real, pero aún así hubo una serie de problemas logísticos que superar.

El escenario de la Isla de Rosas
Pie de foto,Para la película, la isla fue recreada en una piscina infinita en Malta.

«Cada día fue una pesadilla», se ríe Sibilia. «Todos los días teníamos que hacer explotar algo o hacer algo complicado con agua. Las películas se crean para filmar en tierra firme. Somos personas, con una cámara, en el suelo. Pero cuando filmamos películas en el agua, es fluido y, a menudo la cámara estaba en el aire».

«A menudo los directores jóvenes me piden consejo, este es mi consejo: chicos, ¡filmen en tierra firme!«, agrega.

The making of Rose Island
Pie de foto,El director Sydney Sibilia bromea diciendo que ahora aconseja a otros directores que solo filmen películas en tierra firme.

La adaptación de Netflix es parte de sus esfuerzos por producir más títulos que no estén en inglés pero tengan atractivo mundial. El diálogo es italiano, aunque con subtítulos y el doblaje disponibles para el público internacional.

El prolífico actor italiano Elio Germano interpreta a Rosa, mientras que su pareja es interpretada por Matilda De Angelis, quien recientemente interpretó a Elena en la serie de HBO The Undoing.

«Teníamos muchas cosas reales con las que lidiar», reflexiona Germano sobre el proceso de rodaje. «El agua, el viento, todo eso era real, así que a veces era un poco como una película de acción, especialmente para mí, así que fue una experiencia dura, por supuesto», cuenta.

Pero para Germano es un logro que la película haya llegado a buen término.

«Antes de Netflix, era demasiado caro para nosotros filmar una película sobre esta historia… es la primera vez que una película italiana se filma así, con mucho dinero, y puedes liberar tu imaginación», dice.

Ninguna de las estrellas de la película se había encontrado con la historia antes. «Soy de Bolonia y ni mis padres ni amigos ni familiares sabían de esta historia, que es una locura», dice De Angelis.

«Cuando leí el guión, me pregunté por qué nadie había hecho una película sobre la historia antes, porque es realmente increíble«, agrega.

Ideas de libertad

Una desventaja del desconocimiento sobre la historia es que no había mucho material para que los actores basaran sus personajes.

«No es como si tuviéramos muchas imágenes o libros al respecto, así que construir los personajes realmente dependía de nosotros, de nuestra imaginación, así que lo importante era recrear las vibraciones de los 60, la ropa, las actitudes, las ideas de libertad «, dice De Angelis.

Matilda De Angelis y Elio Germano
Pie de foto,Matilda De Angelis y Elio Germano interpretan a Gabriella y Giorgio Rosa

La película se centra en la batalla de Rosa con las autoridades italianas; muchas escenas tienen lugar en las salas de reuniones del gobierno, donde Rosa fue convocado para explicarse.

Pero el ingeniero, que en ese momento tenía 40 años, se mantuvo firme en su posición de que no había violado ninguna ley al construir la isla, y no había ninguna razón para destruirla.

«Intentaron pagarle para que abandonara la isla, pero él quiso demostrar que era un acto de libertad», explica Rovere, que investigó la película con documentos de la época.

«Es una utopía, pero al mismo tiempo es una decisión que tomó para ser fuerte con el gobierno», agrega.

Estampillas de la Isla de las Rosas
Pie de foto,Giorgio Rosa también creó sellos de correos para la Isla de las Rosas.

La intención original de Rosa había sido agregar gradualmente más pisos a la Isla de las Rosas a lo largo de los años.

«Pensaron que la isla no debería ser sólo de un piso, sino de cinco pisos«, confirma Rovere. «La estructura era muy sólida y la idea era construir un piso adicional cada temporada».

Era difícil mantener todas las instalaciones que necesitaba la isla, aunque Rosa y su equipo lograron construir tres baños.

Pero tuvieron dificultades cuando el tiempo empeoró. «Abrieron la isla alrededor de abril, así que tuvieron el primer verano en la isla, pero luego se dieron cuenta de que no era muy buena para el invierno«, dice Rovere.

Y su película no rehuye mostrar a Rosa luchando por hacer frente al frío, el viento, la lluvia y las olas.

«Experiencia maravillosa»

A pesar de los problemas logísticos, sin embargo, Lorenzo Rosa no guarda más que buenos recuerdos de sus visitas a la isla cuando era un niño de siete años.

«Amaba mucho esta isla y fui allí muchas veces, fue una experiencia maravillosa«, afirma.

La estructura original de la Isla de las Rosas
Pie de foto,Una foto tomada durante la construcción de la Isla de las Rosas, iniciada por Giorgio Rosa en 1967.

«Me encantaba estar con mi padre y estar con él era un privilegio, porque él trabajaba muy duro como ingeniero, estaba construyendo la isla con su propio dinero y no era tan rico. Así que trabajaba duro para ganar dinero y luego dedicar su tiempo a construir la isla», recuerda.

«Salía de Bolonia alrededor de las 4 o 5 de la mañana, llegaba a Rímini, se subía al barco y luego trabajaba en la isla. Así que estar con él fue muy divertido para mí. Me encantaba subir al barco y ver el agua, porque el mar Adriático cerca de la costa es muy fangoso, como arcilla, pero en el mar abierto era como estar en el Caribe «, cuenta.

Después de semejantes experiencias uno podría pensar que Giorgio Rosa se deleitaría contando historias sobre la Isla de Rosas por el resto de su vida, entusiasmado por compartir anécdotas sobre su creación. Pero no.

«De hecho, estaba muy molesto y muy arrepentido [después de que fue destruida], sufrió por eso. Nunca habló de eso. Era mejor no hablar de eso porque lo entristecería muchísimo, aunque respondía a las preguntas si se le preguntaba «, dice su hijo.

«El recuerdo más triste que tengo es cuando recibió la carta del gobierno italiano que le pedía que pagara el dinero gastado para destruir la isla, que en ese momento eran 11 millones de liras (unos US$7.000)», cuenta.

«Pero estoy seguro de que a mi padre le hubiera gustado la película, aunque le habría recordado todo el dolor. Pero sin duda habría apreciado la forma en que [Sibilia] aborda el tema, de forma ligera», agrega.

Giorgio and Gabriella Rosa
Pie de foto,Los verdaderos Giorgio y Gabriella Rosa

Después de que la Isla de las Rosas fuera destruida con explosivos, una tormenta sumergió toda la estructura bajo el agua, y en la actualidad, sus restos descansan sobre el fondo marino del Adriático.

Lorenzo Rosa, sin embargo, todavía conserva una pieza de la estructura original en su casa.

«Tengo un ladrillo que sacaron los buzos de allí y escribieron algo bonito en él», explica, leyendo la inscripción en voz alta.

«Dice: ‘Los buceadores de Rímini tienen el honor de devolver el fragmento de un sueño a un soñador‘».

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-55230977

2px presentational grey line




La robotización se acelera: los robots se han convertido en trabajadores esenciales durante la pandemia

Que la robótica iba, más tarde o más temprano, a formar parte de nuestras vidas era algo que sabíamos. Que estas máquinas llegarían a sustituir a personas, también. Pero siempre, como una suerte de esperanza cuasi utópica, se decía que los robots harían las tareas peligrosas y que su irrupción impelería la aparición de otros trabajos, en concreto, los de controlar al robot.Robots controlados con realidad virtual: la solución contactless frente a la crisis sanitaria de los supermercados en Japón

El año pasado, todavía en la era precoronavirus, Oxford Economics señaló en un informe que 20 millones de empleos de fabricación global podrían desparecer en 2030, debido a la automatización. Otra investigación de la Universidad de Oxford, titulada ‘The Future of Employment’ –bastante más actual–, estima que el 47% de los empleos están en riesgo de desaparecer gracias a –o por culpa de– la inteligencia artificial.ADVERTISING

Es un hecho que la robotización se acelera y, también empieza a serlo, que la actual crisis hará que estos robots no sólo realicen tareas peligrosas, sino otras esenciales, dejando en la calle a millones de trabajadores y trabajadoras. Durante la pandemia no paramos de ver ejemplos de robots que sustituyen a personas. Repasemos algunos.

Robots que sustituyen a personas en trabajos esenciales

En un artículo publicado en Technologies Review, la revista digital del Instituto Tecnológico de Massachusetts -MIT por sus siglas en inglés-, nos presentan a algunos de estos robots que se han convertido en trabajadores esenciales. Los hay que han nacido en la pandemia, otros ya venían de antes.

Es el caso, por ejemplo, de Tally, que con un alegre “¡Hola, soy Tally! ¡Controlo las existencias en las estanterías!”, se presenta a los clientes que se lo cruzan por los pasillos del supermercado Schnucks en St. Louis, Missouri (EE UU).ADVERTISING

Los expertos en la materia de la Universidad de Texas y el Centro para la Búsqueda y Rescate Asistido por Robots han publicado las conclusiones de su análisis sobre el uso de robots durante la pandemia de la COVID. Encontraron máquinas que rociaban desinfectantes, que enseñaban casas, que paseaban perros… Pero, en el sector en el que hallaron más robots realizando trabajos esenciales es en el ámbito sanitario: desinfección, entrega de suministros, triaje.Modifican el famoso perro-robot Spot para que pueda revisar pacientes, evitando el contacto a los sanitarios

Hasta ahora, apuntan en el mismo artículo del MIT, Moxi, un robot que trabaja en dos hospitales de Texas y se dedica a llevar de un lado a otro muestras de laboratorio. El objetivo, dicen sus creadores de Diligent Robots, es que comience a actuar en las UCIs. ¿Por qué? Para acelerar y simplificar el trabajo que ahora hacen personas y para el cual necesitan llevar todo tipo de equipos de protección.

Moxi, explican sus ‘padres’, evitará que los enfermeros y enfermeras se pasen el día buscando productos y puedan dedicar ese tiempo a cuidar a los enfermos. Ojalá esto fuera verdad. El riesgo evidente que ven quienes no comparten esta idílica visión es que la llegada de los robots termine con despidos en pro de abatatar costes.Así es el robot de reparto de Amazon que se está probando cada vez en más lugares debido al coronavirus

Amazontambién ha puesto robots a funcionar. Scout es eléctrico, autónomo, tiene seis ruedas y es capaz de llevar un paquete “a ritmo de caminata”. Dice en Technologies Review Brian Freeman, que ha defendido a 72 empleados de Amazon, que estos deben pasarse el día agachándose para levantar cajas, lo que les hace sufrir importantes daños en la espalda. Los trabajadores de Amazon, subraya con crudeza, “son una especie de robots humanos”. A los almacenes de esta macrocompañía han llegadoPegasus, Xanthus o Kiva, robots capaces de transportar las cargas más pesadas.

Henrik Christensen, del Instituto de Robótica Contextual de la Universidad de California en San Diego, asegura que muchos trabajadores esenciales en la actualidad, como cajeros, conductores, repartidores, limpiadores, etcétera, serán sustituidos por máquinas más rápido de lo que se podía prever antes de la irrupción del coronavirus en nuestras vidas.

Robots médicos que informan a los pacientes y les levantan el ánimo bailando

En una publicación de Dell EMC –empresa que se dedica a la fabricación de software– se habla de la empresa de robótica china CloudMinds, que ha llegado a inventar el robot médico humanoide Cloud Ginger. Este, apunta su fundador, presidente y director ejecutivo, Bill Huang, “proporcionaba información a los pacientes y, bailando, les levantaba el ánimo”.

Un importante destacamento de robots de esta empresa pasó a ser personal médico de planta en uno de los hospitales improvisados en Wuhan. Allí, además de entretener a los pacientes, tomaban la temperatura y entregaban comidas.

Los ejemplos son múltiples: UBTech Robotics, con sede en el mismo país asiático, envió una flota de sus robots a un hospital de Shenzhen, equipados con pistolas desinfectantes. Por añadidura, les agregó unas cámaras térmicas para comprobar si una persona tenía fiebre. Son los robots Cruzr y, gracias a conexiones de vídeo, permiten que los pacientes consulten a sus médicos de manera remota.

“Tenéis que ser la persona que arregla el robot”

En el artículo del MIT, Henrik Christensen augura que aparecerán un gran número de nuevos trabajos que consistirán en ayudar a los robots a hacer las tareas que, en la actualidad, todavía son difíciles de programar con inteligencia artificial.

El Centro de Aprendizaje Técnico Industrial (InTech) es un lugar en el que se forma a las personas para el día –parece que cada vez más cercano– en que los robots realicen trabajos esenciales. El asistente de formación es Steve Ward, que les da un consejo a los alumnos: “Quedaos en trabajos que después vayan a hacer los robots. Tenéis que ser la persona que arregla el robot. Eso es seguridad laboral y buenos sueldos”.

https://www.20minutos.es/noticia/4411345/0/la-robotizacion-se-acelera-los-robots-se-han-convertido-en-trabajadores-esenciales-durante-la-pandemia/?autoref=true




Combatir la desinformación en pandemia

La desinformación involuntaria o deliberada y la viralización de las fake news generan daños importantes en la sociedad al producir alarmismo y/o desconcierto. La ráfaga de información errónea que circula en la red va en aumento y es todavía más peligrosa en esta época de pandemia, que atenta a cuestiones de salud.

Vivimos un momento de normalización de todos los procesos de desinformación en la esfera pública.

No asistimos solo a un fenómeno que afecta únicamente a la desinformación de carácter político, sino, y quizá sea más importante, a los bulos relacionados con la inmigración, la ciencia y la propia salud.

En este escenario, la mediatización extrema generada por el confinamiento reforzó la idea de que el miedo y la desinformación están estrechamente vinculados. Cuanto menos se puede ver y comprobar la realidad físicamente, más dudas aparecen sobre el contenido cierto de los acontecimientos y también de sus consecuencias.

Es por ello que Raúl Magallón, profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III, ha publicado un libro muy oportuno en estos tiempos ‘Desinformación y pandemia. La nueva realidad’.

Este libro se centra en el ecosistema informativo como una ventana desde la cual intentar relacionar y explicar las demás.

La normalización de los procesos de desinformación, el miedo como impulsor de sobredosis informativas, el cansancio y la fatiga como mecanismo generador de autoprotección informativa o la polarización como herramienta estratégica de distorsión de la realidad se plantean como las problemáticas más evidentes.

Como bien explica Magallón las redes no son simples plataformas tecnológicas, sino espacios que mediatizan contenidos con igual o mayor relevancia que los medios tradicionales:

“Tienen un papel cada vez más importante desde un punto de vista político. También demuestra que hemos superado el debate que teníamos hasta ahora, sobre si estas compañías debían ser consideradas empresas tecnológicas o empresas mediáticas. Ya está claro que son algo más que empresas tecnológicas, son actores políticos con un papel editorial en cuanto a la distribución de los contenidos.

La clave es que desde el punto de vista de la configuración de la esfera pública y de la distribución de los contenidos, se han convertido en espacios de debate más importantes que los propios medios de comunicación, llegando incluso a decidir, dentro de su propio sistema de reglas, qué artículos de los medios de comunicación se difunden y cuáles no”.

Esta misma semana Facebook y Twitter han intervenido para impedir la viralización en sus plataformas de una noticia elaborada por un tabloide que podía afectar a la campaña electoral estadounidense y de dudosa veracidad debido al origen de la información.

Para el profesor esto es más necesario que nunca: “Al principio la motivación era una cuestión científica, pero ahora hablamos de decisiones políticas. Las empresas tecnológicas, que tradicionalmente habían sido mucho más reacias a intervenir en el discurso público, decidieron limitar los contenidos engañosos que tenían que ver con la COVID-19. Ahora también han pasado al terreno político”.

La batalla contra la desinformación no solo está en detener su viralización o hacer más sexy la verdad, también está en la capacidad para generar de forma rápida dudas en la ciudadanía que hagan que esta decida no compartir una información no contrastada.

Este rol algo más intervencionista debe acompañarse necesariamente de más transparencia por parte de las plataformas, sobre el porqué de determinadas decisiones para dar confianza a la ciudadanía.

“Más transparencia ayudaría también a que no se generara tanto ruido alrededor de las decisiones de las redes sociales y a entender mejor sus movimientos. Sería especialmente útil además en estas semanas de campaña electoral en Estados Unidos. Porque lo que está claro es que hagan lo que hagan las empresas tecnológicas, van a ser observadas y criticadas por todos los actores políticos”.

Raúl Magallón Rosa es profesor del Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid 

https://enpositivo.com/2020/10/combatir-la-desinformacion-en-pandemia/




¿En qué consiste la Economía Basada en Recursos?

Empleamos sin cuestionar desde hace miles de años, un modelo económico basado en la escasez y en el dinero. La última crisis financiera y económica ha demostrado que este modelo está obsoleto, no refleja nuestra realidad, y que además está arriesgando nuestra supervivencia al destruir el medioambiente, provocar guerras, delincuencia, corrupción, pobreza, accidentes, abandono en la investigación científica, entre las cuestiones más importantes.

Desde hace algún tiempo conocemos el Proyecto Venus, y aunque con ciertas limitaciones, incongruencias y toques utópicos, es una opción que ofrece unos nuevos postulados para hacer las cosas de manera distinta.

¿Qué pasaría si no existiera el dinero pero conserváramos todos los recursos naturales, la tecnología y los conocimientos científicos de la actualidad?

Es bajo esta premisa que surge la Economía Basada en Recursos, definida como aquella en la que no se usa el dinero para resolver los problemas, sino los recursos disponibles. Para ello es necesario que todos los recursos naturales, conocimientos y tecnologías en el mundo sean declarados patrimonio común de toda la Humanidad.

Esta economía busca eliminar el mayor trabajo humano posible mediante la automatización, aprovechando al máximo los avances científicos y tecnológicos. Así como proporcionarle a cada ser humano el más alto nivel de vida posible, dándole acceso a todas sus necesidades, como vivienda, alimentación, salud, educación, entretenimiento, participación … sin necesidad de pagar, endeudarse o trabajar.

Lo que importa es satisfacer las necesidades humanas, no obtener ganancias económicas

Aunque inicialmente os parezca un acercamiento utópico e imposible, simplemente es una forma distinta (mejor, para sus creadores) de hacer las cosas. Difícil de realizar, ya que involucra a toda la población mundial en la comprensión de la idea, pero no imposible si su difusión y entendimiento tiene éxito.

Para entender una Economía Basada en Recursos, hay que entender primero que el dinero es una invención humana que surgió desde tiempos primitivos para intercambiar bienes y servicios que eran escasos y requerían de trabajo humano.

Si un bien o servicio es abundante y no es producido o distribuido por el hombre, no tiene sentido ponerle precio. Sería el caso del aire, la luz solar, la lluvia, y otros muchos recursos de valor incalculable.

Ahora bien, si la tecnología hace posible hoy en día producir más de lo que necesitamos, con muy poco trabajo humano, el dinero pasa de ser una necesidad a ser un problema, como ocurre con el desempleo tecnológico.

La automatización de tareas destruye empleos

Las empresas, para ser más competitivas, contratan cada vez menos personal humano, reemplazándolo por máquinas. En términos generales, las máquinas se averían menos, son más rápidas, más precisas y no forman sindicatos. Sólo requieren algo de mantenimiento, y muy pocas personas pueden encargarse de varias, a diferencia de los cientos de trabajos que éstas sustituyen. Y cada vez son más eficientes.

La energía es otro factor importante. En los inicios, los humanos usaban su propia fuerza, después la de los animales, la del vapor, los combustibles fósiles … Actualmente las herramientas y artefactos son más ecoeficientes y es posible hacer más cosas con menos energía, y además, ésta puede ser de origen renovable.

Si bien aparecen nuevas formas de trabajo, son menos que las que desaparecen. Y no parece haber un nuevo sector que dé empleo a miles de millones de personas. Antes era necesario que todas las personas trabajaran para producir bienes y servicios. Ahora la tecnología permite generar abundancia con muy poco trabajo humano. Los empleos ya no son una necesidad real, sino una necesidad ficticia para sostener una economía monetaria basada en la escasez.

Según los ideólogos de la EBR, la tecnología no ha resuelto ya todos nuestros problemas porque el sistema económico obstaculiza su aprovechamiento. Unas tecnologías son propiedad de empresas privadas que buscan obtener ganancias, otras tienen que competir con sectores poderosos y obsoletos, otras no pueden desarrollarse por falta de dinero, además de que los recursos naturales son propiedad de naciones o empresas que los explotan para sí mismas.

Si todas las necesidades de la población estuviesen satisfechas, es decir, si no existieran los problemas, la economía colapsaría. Pero el desempleo continúa creciendo y el sistema económico se vuelve cada vez más inestable, con el riesgo de un colapso inminente, no sólo por el desempleo, sino por el agotamiento de los recursos naturales y el deterioro ambiental.

Para obtener beneficios, las empresas necesitan vender constantemente. Eso es necesario para mantener la economía funcionando. Pero eso significa también gastar más recursos, así como mantener una escasez real o ficticia en distintos sentidos para elevar el precio de sus bienes o servicios.

Un método para lograrlo es destruyendo los excedentes. Si una cosecha es muy abundante, significa una baja en los precios. Esto desanima al vendedor, que lo puede llevar a destruir parte de la cosecha para elevar el precio.

Fomento de energía renovables, como la eólica

Otra forma de aumentar las ventas es produciendo artículos desechables o diseñados con lo conocido como obsolescencia programadaUn producto que dure toda la vida y sea actualizable evita que el consumidor compre otro nuevo o gaste en reparaciones y eso detiene a la economía.

Un método más es haciéndole creer al consumidor que lo que tiene no es suficiente, mediante publicidad constante y alentando la cultura del consumismo.

En nuestro actual modelo económico, el dinero es necesario cuando existe escasez y trabajo humano

En una EBR, sin la necesidad de obtener ganancias y sin la limitación del dinero, se podrían construir ciudades en las que la mayor parte de las tareas estuviesen automatizadas.

Viviendas edificadas de múltiples formas en fábricas automatizadas, al igual que los automóviles. Los sistemas de transporte diseñados para evitar accidentes. Energía renovable y local, así como los alimentos, evitando malgastar recursos transportándolos de un país a otro. Bienes y productos fabricados con la mayor calidad posible, totalmente compatibles y con un diseño sostenible que permita su actualización. Esto no es utopía, es sentido común.

Para nuestros lectores ecointeligentes que todavía no conocían los postulados de la EBR, y para los que deseen profundizar algo más, además del citado Proyecto Venus, es interesante visitar el sitio web The Zeitgeist Movement.

Y tu ¿qué opinas? ¿utopía o cambio disruptivo?

https://www.ecointeligencia.com/2016/05/ebr-economia-basada-recursos/

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible, fundador de ecointeligencia y director de TIMUR




Volver a imaginar nuestro futuro colectivo después del coronavirus

La pandemia de la Covid-19 ofrece oportunidades inesperadas para reevaluar nuestras acciones y reimaginar nuestro futuro colectivo.


URL copied to clipboard

Read more!

Reciba su correo semanal  PROPONGA

Es evidente que está en marcha una tragedia humana provocada por la pandemia de coronavirus. Pero aunque algunas oportunidades quedan disimuladas detrás de los tapabocas, quizás la crisis ofrezca la oportunidad de reevaluar y reimaginar nuestro futuro colectivo.

Frente a la profunda injusticia social y el colapso del eco-clima, la necesidad de una transformación social a gran escala nos puede parecer obvia, pero el statu quo existente siempre tiende a prevalecer. Durante la Covid-19, ¿se alterará la vida tan profundamente que finalmente podamos romper con este patrón persistente?

Hay algunos motivos para la esperanza. La pandemia ha llevado inadvertidamente nuestras comunidades a lo que el sociólogo Karl Jaspers llama un «espacio liminal», un entretiempo en el que las viejas formas de vivir y pensar ya no son relevantes, pero todavía tienen que surgir nuevas formas para reemplazarlas.

También podríamos llamar a esto un espacio «luminal«: un tiempo de cálculo sin precedentes que expone la imaginación colectiva a la luz del día, con verrugas y todo.

Después de todo, la sociedad es posible gracias a la red invisible de significados que impregna la vida social: es a través de las redes y capas de significado que la sociedad sabe qué valorar, qué priorizar y qué trayectoria seguir.

La mayoría de las veces, estas redes y capas de significado parecen tan comunes que no las reconocemos como producto de nuestra imaginación colectiva. Esto es un recurso necesario para la interacción y la cohesión social, pero también es peligroso.

Por ejemplo, en la sociedad contemporánea pensamos que el crecimiento económico es un hecho necesario, pero la disposición a aceptar algo como un hecho nos hace impermeables a sus defectos, incluso cuando amenazan la salud y el bienestar de la población a la que la economía pretende servir, y cuando el crecimiento continuo pone en peligro a la propia Tierra.

Pero en tiempos como estos, tales profesiones de fe se ponen en evidencia por lo que son, y pueden ser más fácilmente desafiadas, mientras que lo que hemos dado por sentado durante tanto tiempo se revela como algo fuera de lo común.

La Covid 19 nos ha mostrado, por ejemplo, que algo tan mundano como un viaje al supermercado es extremadamente precioso. La idea de la escasez de alimentos, la vulnerabilidad de la cadena de suministro y la importancia de los trabajos «no cualificados» se hace mucho más evidente – piense en la considerable habilidad y competencia que han mostrado muchas tiendas de alimentos (tanto las independientes, como las cadenas) para hacer frente a las urgentes y complejas demandas que han surgido de repente.

Por el contrario, los llamados «creadores de riqueza» y los «trabajos basura» están demostrando que no son tan indispensables, después de todo. También vemos el papel central e insustituible que desempeñan los gobiernos: la necesidad de coordinación, de una comunicación clara y masiva, de apoyo financiero y de planificación que son fundamentales para el manejo exitoso de crisis como la del coronavirus. Estas no son cosas que las empresas o los ciudadanos puedan hacer solos.

El virus está exponiendo el hecho de que las ideas centrales del neoliberalismo – un Estado mínimo y la magia del libre mercado – son también ficciones de la imaginación social o pública.

Por supuesto, los gobiernos pueden responder de manera deficiente, mientras que algunas empresas pueden demostrar un verdadero propósito social y muchos ciudadanos muestran una gran eficiencia organizativa. Pero nada de esto reemplaza al gobierno. El virus está exponiendo el hecho de que las ideas centrales del neoliberalismo – un Estado mínimo y la magia del libre mercado – son también ficciones de la imaginación social o pública.

Lo que la sociedad ha valorado más -trabajos ejecutivos altamente remunerados- y lo que ha subestimado sistemáticamente -trabajos como la enfermería, labores de cuidado formal e informal, el cultivo de alimentos, las tiendas de comestibles y los servicios básicos de infraestructura- se están mostrando como elecciones equivocadas con importantes consecuencias sociales.

Además, el coronavirus nos ha mostrado la importancia irreductible de la acción personal. Lo «personal» no sustituye a lo «político», sino que constituye lo político. Excepto por una momento de pánico en las compras y unos pocos despreocupados que han tirado la precaución por la borda en aras de una noche de fiesta o unas vacaciones improvisadas, parece que la mayoría de la gente, en el Reino Unido y en otros lugares, han respondido con respeto a los repentinos y enormes cambios que se les han impuesto.

Nos hemos esforzado por asegurarnos de que nuestros parientes ancianos estén seguros y bien equipados; nos hemos puesto en contacto con viejos amigos, y hemos compartido servicios, ideas y bromas; y hemos celebrado la incalculable labor de los que están en la primera línea de la crisis. Los extraños se sonríen más entre sí mientras negocian una distancia segura en los incómodos cuellos de botella. En efecto, paradójicamente, más distancia puede acercarnos.

En general, no se trata de comportamientos forzados, sino voluntarios y espontáneos, y también son intrínsecamente políticos: ¿cómo podemos ayudar a los que necesitan asistencia urgente? ¿Cómo se ve el alivio de la carga en el sistema de seguridad social? ¿Qué necesitamos que el gobierno haga en este momento? ¿Cómo podemos demostrar gratitud por la dedicación de los demás?

El coronavirus revela que es crucial contar con una población de ciudadanos activos y creativos, en lugar de una población compuesta por meros consumidores aislados.

Vale la pena destacar este punto porque hay una narrativa influyente (incluso en el movimiento ambientalista) que trata de disminuir el papel de la acción personal – tal vez porque es más fácil justificar los comportamientos nocivos de esta manera (como volar largas distancias y comer productos animales).

En resumen, el coronavirus revela que es crucial contar con una población de ciudadanos activos y creativos, en lugar de una población compuesta por meros consumidores aislados, el papel que cada vez más nos asignan los demás en la política y los medios de comunicación. ¿Qué significa esto a la hora de reimaginar nuestro futuro colectivo?

En tiempos de crisis -ya sea una crisis de salud pública, un colapso del eco-clima o una injusticia generalizada- enviamos un mensaje a los políticos y a los conciudadanos en nuestro comportamiento cotidiano, así que ¿por qué no hacer que ese mensaje sea un mensaje de ciudadanía, comunidad y responsabilidad mutua en lugar de un derecho individual?

Cambiando la base de nuestro comportamiento de esta manera podemos crear una imaginación colectiva radicalmente diferente, una nueva visión para el futuro de la sociedad que esté enraizada en la igualdad y la solidaridad; una que valore las cosas y las personas que añaden un verdadero valor a nuestras vidas, en lugar de extraer valor para el beneficio privado.

Ahora es el momento de pensar en todas las cosas que sabemos que se deben hacer, pero que no queremos hacer, y en cómo incorporar estos cambios en nuestras vidas.

Si el sentido del derecho sustenta nuestra imaginación actual y conduce a nuestro más preciada figura – la «libertad de elección» (volar en vacaciones, comer lo que queremos, ver a quien queremos cuando queremos y consumir como queremos) – entonces el coronavirus nos está mostrando que lo contrario también puede ser cierto: que la mayoría de la gente no valora el derecho por encima de todo, sino más bien las virtudes del afecto, la vecindad, la amabilidad, el apoyo y la creatividad. Todo esto es necesario para crear una sociedad que esté a la altura del desafío de responder de manera justa, valiente e imaginativa a crisis que son aún más gigantescas que la de la Covid-19.

Pero ¿cómo hacer que estos nuevos patrones de comportamiento se mantengan? Se me ocurren dos ingredientes esenciales: la conciencia y la práctica. La conciencia significa ser abierto con nosotros mismos y con los demás sobre lo que estamos aprendiendo; la práctica implica poner esas lecciones en acción.

Por ejemplo, cuando hablamos por Skype o lo que sea con nuestros amigos, familias y colegas, por qué no hablar de cómo construir sobre lo que valoramos de la pandemia después de que termine, o escribir sobre nuestras experiencias desde la perspectiva de los demás.

¿Qué debe significar ser un trabajador de primera línea mal pagado, y qué dice eso sobre el cambio de la forma en que valoramos los diferentes trabajos en el futuro? Póngase en los zapatos de aquellos con enfermedades crónicas o discapacidades cuyas vidas están en permanente confinamiento, pero que son en gran parte olvidados al mismo tiempo que el resto del mundo galopa desbocado. ¿Cómo se puede cambiar la estructura del cuidado en la sociedad? ¿Y cómo podemos transferir las lecciones aprendidas de la Covid-19 a la lucha contra el colapso del eco-clima?

Ahora es el momento de pensar en todas las cosas que sabemos que se deben hacer, pero que no queremos hacer, y en cómo incorporar estos cambios en nuestras vidas. Podemos usar el espacio liminal de la pandemia para practicar la vida de diferentes maneras, ya sea a través del veganismo, el localismo, el apoyo de la comunidad, o arreglándoselas sin cosas o coches.

Por último, eso puede ayudar a seguir recordándonos por qué esto importa: porque estas oportunidades de reimaginar la sociedad son muy escasas, y porque se lo debemos a aquellos que han muerto. Por eso debemos salir de esta crisis en mejor de lo que entramos.




Las ciudades post-coronavirus: así va a transformar la pandemia el diseño urbano

El miedo a las multitudes, la distancia social, el teletrabajo, la prohibición de alejarse a más de un kilómetro de la vivienda, la pandemia del coronavirus y el confinamientohan cambiado nuestra forma de relacionarnos con la ciudad y también su diseño.

Las primeras modificaciones han sido rápidas y circunstanciales como las restricciones de paso, las mamparas en los supermercados, las marcas en el suelo o los balcones reconvertidos en centros de la actividad social.

Pero muchos de estos cambios, que van desde los materiales de construcción hasta la movilidad urbana, están asentando las bases permanentes de las ciudades post-coronavirus.

Las epidemias y las ciudades

«La arquitectura moderna tiene más que ver con la defensa de la salud que con cualquier otra cosa», defiende la arquitecta española Beatriz Colomina.

Las enfermedades y los avances en el diseño de las ciudades han ido históricamente de la mano. A inicios del siglo XX, los arquitectos tomaron más ideas de médicos y enfermeras que de la teoría de la arquitectura, en particular se inspiraron en el diseño de los sanatorios para tuberculosos.

En su libro X-Ray Architecture, Colomina examina cómo la obsesión con la tuberculosis provocó cambios en la forma de edificar y habitar con espacios más higiénicos, que evitaran la concentración de polvo y paredes blancas.

«La enfermedad es lo que modernizó la arquitectura, no sólo los nuevos materiales y tecnologías», explica en una entrevistacon la revista de arquitectura Pin-Up. «¿Por qué? Porque una de cada siete personas moría de tuberculosis en el mundo, pero en una gran metrópoli, como París, era más bien una de cada tres. Los arquitectos tenían una muy buena razón para querer limpiar, no sólo estéticamente».

Las primeras leyes urbanísticas nacieron en el siglo XIX durante la Revolución Industrial para controlar las enfermedades infecciosas. Se implantaron para aumentar el tamaño de las viviendas, como que hubiera ventilación o que llegara la luz del sol, fueron gracias al miedo a la pandemia, a la tuberculosis y a otras enfermedades similares, dice a Euronews Carlos F. Lahoz, profesor de urbanismo de la CEU San Pablo de Madrid.

El sociólogo estadounidense Richard Sennet escribió que este poder transformador reside en que las epidemias afligen tanto a ricos como a pobres en las ciudades.

Copyright 2020 The Associated Press. All rights reserved.Manu Fernandez

¿Es compatible la ciudad sana con la ciudad ecológica?

En el foro «Repensando el mañana» de Telefónica, Sennet dijo que teme que la ciudad sana que demanda la pandemia de coronavirus sea incompatible con la ciudad verde, que se basa en la concentración y densificación de los transportes colectivos.

«La ciudad sana requiere que el sector del transporte, garantice de alguna forma una distancia segura entre los viajeros, algo incompatible con la forma en la que los transportes públicos funcionan».

La solución para esto, dice que sería el concepto de “la ciudad de 15 minutos” que está desarrollando París, en la cual es posible ir a pie o en bicicleta a los nodos de trabajo o compras.

Pero esta situación está fuera del alcance de la mayoría de las ciudades pobres, donde los lugares de trabajo o los colegios se encuentran muy alejados de los barrios u otras formas de asentamiento irregular. “No tiene sentido decirle a alguien que pase tres horas pedaleando al trabajo y luego tres horas para volver”.

«La cuestión y la gestión de la densidad es clave para entender lo que significa esta pandemia para las ciudades», concluye Sennet.

Pero la densidad es la forma más sostenible de habitar, señala Lahoz, puesto que la concentración de los servicios permite su acceso a una mayor población. «Es muy difícil pensar en un mundo en el que la población es cada vez más numerosa que pase por un mundo disperso».

Copyright 2020 The Associated Press. All rights reservedFrancois Mori

La apuesta por la bicicleta

«El temor de todos los que pensamos y trabajamos en urbanismo de que las ciudades post pandemia vuelvan a abrazar al vehículo privado», escribe el urbanista José Manuel Guzmán en la plataforma especializada Transecto.

Una de las principales intervenciones higiénicas a corto plazo a raíz del coronavirus será inevitablemente el auge del transporte privado ante la aversión a los transportes públicos, coincide Carlos F. Lahoz, pero no cree que esto necesariamente tenga que significar un aumento en el uso del coche. «La bicicleta es la alternativa más barata y efectiva, para habilitar vías ciclables, no necesitas cambiar la morfología de la ciudad».

Este profesor de urbanismo sostiene que la pandemia no va a reducir los espacios de bajas emisiones en las ciudades europeas, sino que los va a consolidar y ampliar.

Los vehículos privados ocupan un espacio que se va a necesitar para ampliar las aceras del centro de las ciudades. En medio de la pandemia, es difícil imaginar la masificación a la que estaban habituados lugares como la Gran Vía de Madrid o los Campos Elíseos de París en tiempo de rebajas.

Lahoz prevé que en aquellas ciudades como Madrid en las que ya habían comenzado un auge de la bicicleta, este medio se consolidará.

Precisamente, la ciudad italiana de Milán ha anunciado que entre los planes para superar la emergencia del coronavirus se encuentra la habilitación progresivo de 35 nuevos kilómetros de pista ciclable entre mayo y septiembre.

Las ciudades francesas también apuestan por la bicicleta. El Gobierno francés ha destinado 20 millones de euros para fomentar el uso de este medio en París, Lyon, Lille o Montpellier.




Thoreau o la defensa de la vida salvaje

Una biografía definitiva detalla facetas nuevas del referente de culto de naturalistas

Lo dejó todo para irse a vivir a una cabaña y puso en práctica su experimento: dos años, dos meses y dos días con lo mínimo, “desnudo de equipaje” y sin cesar de investigar sobre el vínculo entre el hombre y la naturaleza. De esa experiencia vital que le marcaría surgió Walden , un libro de culto, aún hoy guía de muchos.

Henry David Thoreau fue tantas cosas que resulta difícil resumirlas. Agrimensor, conferenciante y fabricante de lápices. Naturalista, disidente, abolicionista, insumiso, ecologista, eremita, defensor de la desobediencia civil, Thoreau vuelve. Miradas de diversos sectores regresan hoy para rescatarlo como referente de quien fue, además, escritor, poeta y filósofo.

La profesora universitaria Laura Dassou Walls, autora de Henry David Thoreau. Una vida (Cátedra) explica cómo apareció el personaje en la suya. Un día sacó un librito verde de la estantería de una librería, “muy parecido a otro que había robado”. Tenía un título doble: Walden y Desobediencia civil. Abrió una página al azar y leyó: “Han pasado treinta años y no he recibido ni un buen consejo. No confiéis en nadie que tenga menos de treinta”.

Quedó atrapada, claro. De ahí surge este libro sobre el filósofo de la naturaleza que más ha influido en creadores posteriores y que se convierte en su biografía definitiva.

Henry David Thoreau (Concord, 1817-1862) construyó su casa en la Laguna de Walden, volvió a la esencia humana y en ella encontró lo social y lo emocional. El bosque, el universo, el respeto por la ley natural. Era capaz de leer en seis lenguas pero para él la literatura era sólo una: la universal. Los senderistas le adoran, los ecologistas también.

“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente sólo para hacer frente a los hechos esenciales de la vida, y ver si no podía aprender lo que tenía que enseñar, y no descubrir al morir que no había vivido. No quería vivir lo que no era vida. Ni quería practicar la renuncia, a menos que fuese necesario. Quería vivir profundamente y libar toda la médula de la vida, vivir tan fuerte y espartano como para prescindir de todo lo que no era vida…”, escribió.

Llevaba la insurrección en el ADN. Su abuelo materno, Asa Dunbar, ya había liderado en Harvard, en 1766, la “rebelión de la mantequilla”, que fue la primera protesta estudiantil registrada en las colonias americanas. Cuentan que Henry David Thoreau entró en Harvard como un chaval apocado de 16 años y salió de ella como un hombre trascendente, de ideas sólidas y, por supuesto, avanzadas a su tiempo.

Premoniciones y vigencia

Ecólogo, disidente, eremita, defensor de la desobediencia civil, Thoreau vuelve

Cruzó varias fronteras legales, dejó de pagar algún impuesto como queja simbólica (su oposición a la guerra mexicano-americana y a la esclavitud, gesto por el que acabó en prisión) y fundó junto a su hermano John una escuela donde estaba prohibido el castigo físico, que en aquella época era el pan de cada día. Más tarde sería la muerte de John –una infección al cortarse mientras se afeitaba– la que acabaría por sumir a Thoreau en una profunda tristeza, añadida a su inquietud habitual.

En marzo de 1845 William Ellery Channing (principal portavoz de los pastores unitaristas frente a los puritanos de Nueva Inglaterra) ya le había dicho: “Vete, construye una cabaña y comienza el gran proceso de devorarte a ti mismo, no veo otra alternativa ni esperanza para ti”.

Dos meses después, Thoreau se embarcó en ese experimento de dos años de vida sencilla que inició el 4 de julio de 1845, al mudarse a una pequeña casa que había construido en la tierra propiedad de Emerson (además de amigo, Thoreau fue instructor y cuidador de sus hijos) en un bosque de repoblación alrededor de las costas de Walden.

Eran catorce acres. Estaría a unos dos quilómetros y medio de su familia y no se desviaría de su experimento de absoluta observación, inmersión, en la naturaleza. Si le llamaban para una conferencia Thoreau contestaba: “Si voy al extranjero a dar una conferencia, ¿cómo podré recuperar el invierno perdido?”. Un argumento fiel a su famoso aforismo: “Vive en casa como un viajero”.

El libro distribuye todo ese valioso material para que nos sea útil ahora. Incluye material complementario: varios planos simplificados de la laguna de Walden, las cajas de lápices Thoreau, la reproducción de la popular portada de Walden con el dibujo que Sophia Thoreau hizo de la casa de su hermano, los muebles que diseñó él mismo, instrumentos de medición y objetos personales. También material fotográfico como el daguerrotipo tomado en Worcester y fechado en 1856, por ejemplo donde aparece con la típica “barba Galway”. Aunque, como detalla Laura Dasow, no había mucha imagen donde buscar: Thoreau sólo se sentó tres veces en la vida para ser retratado.​

Libros sobre los bosques y la vuelta a la naturaleza teñidos de reflexiones necesarias para la supervivencia del hombre contemporáneo –aquel que no quiera ser devorado por las prisas y el exceso– ya hace un tiempo que han vuelto al mundo editorial. Y parece que para quedarse. En ese sentido, obligatorio recordar el trabajo de la editorial Errata Naturae con un catálogo amplio y especializado.

Lo natural, sagrado

Creía que el más ligero cambio en la naturaleza podía llevar al fin de la humanidad

Y siguiendo al hombre que nos ocupa, el mensaje no se limita a la defensa de lo salvaje. Hay muchos otros frentes aliados a los que él mismo llamó “causas hermanas”: desde la causa contra la esclavitud a la defensa de la igualdad entre géneros o el derecho a ejercer de revulsivo antigubernamental, si se tercia. Ya Thoreau, defensor de causas justas, lo intuyó de joven: faltaba una interpretación que obligaba a remontarse al Manantial de la verdad.

Creía que incluso un ligero cambio en los procesos naturales –en invierno algo más de frío, una inundación algo mayor– podría llevar a la humanidad a su fin. La mínima y trivial modificación crea nuestro entorno. La realidad le está dando la razón. Dependemos, pues, de la naturaleza salvaje.

La influencia de la ciencia en las obras literarias de autores como Henry David Thoreau –no es el único, pero sí el referente– es crucial y, ahora que el equilibrio medioambiental se resquebraja más vigente que nunca. Si un autor apoyó insurrecciones, éste fue él.

Para la autora de la biografía, “fue un científico natural que nos dio la profunda poesía de la escritura de la naturaleza, un activista político que nos adelantó a adentrarnos en el gran experimento de la vida. ¿Dónde apunta el extremo de la flecha de Thahatawan? ¿Hacia el pasado o hacia el futuro?

Los últimos años, en Walden pasaban más de veinte trenes de pasajeros y otros tantos de carga, pero Thoreau quiso desafiar ese ruido diario del ferrocarril. Resistir. Los escritos de Thoreau pasaron a influir en muchas figuras públicas, desde líderes políticos y reformistas como Gandhi al presidente estadounidense John F. Kennedy o el escritor León Tolstói.

Martin Luther King anotó en su autobiografía que su primer encuentro con la idea de la resistencia no violenta fue la lectura de La desobediencia civil, de Thoreau, en 1944. Al fin de su vida, cuando ya sus bronquios dijeron basta, alguien le preguntó si ya se había reconciliado con Dios. Thoreau respondió: “Ignoraba que nos habíamos peleado”. El gran filósofo de la naturaleza murió a los 44 años y sus últimas palabras fueron: “Ahora viene la buena navegación”.

LIBROS SALVAJES PARA AMANTES DEL BOSQUE

Estos son algunos libros recomendados por el Consejo de Administración Forestal (FSC), que certifica la gestión sostenible de los bosques:

-El bosque. Intrucciones de uso (Obelisco), de Peter Wohlleben. Este guarda forestal sabe que en los bosques sucede mucho más de lo que parece y cuenta lo necesario para disfrutar una excursión.

-Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal (Galaxia Gutenberg), de Stefano Mancuso. El fascinante mundo de las plantas desde la ciencia: son sensibles, se comunican, duermen, memorizan, cuidan de sus hijos, tienen personalidad y toman decisiones.

-Invierno (Errata Naturae), de Rick Bass. En el valle del Yaak, en Montana, viven treinta personas, osos, lobos, coyotes… El autor, texano, relata su encuentro allí con el invierno, un paisaje feroz que reclama vidas para seguir avanzando.

-El diario del naturalista (Errata Naturae) de Nathaniel T. Wheelwright Bernd Heinrich. Dos reputados naturalistas enseñan cómo observar la naturaleza y sus cambios.

-Walden (Errata Naturae), de Henry David Thoreau.

-Diario Rural. Apuntes de un naturalista (Pepitas de calabaza) de Susan Fenimore Cooper. La hija del autor de El último mohicano relata la vida campestre en sus estaciones cuatro años antes que Walden.

-Laudatio Naturae (Línea del Horizonte), de Joaquín Araujo. Un libro dedicado al agua, el silencio, el vacío, los árboles, la vivacidad, los ciclos de la vida y la música de los pájaros.

-Un año en los bosques (Errata Naturae), de Sue Hubbell. Siguiendo el ejemplo de Walden, la bióloga marcha a la montaña con su marido, que pronto la abandona. A solas en el bosque crea su felicidad.

-Nuestra casa en el bosque (Volcano Libros), de Andrea Hejlskov. Una familia huye al bosque profundo para comenzar una nueva vida.

-El libro de la madera (Alfaguara), de Lars Mytting. Una guía sobre las mejores prácticas, un manual con consejos para elegir marido según el modo de apilar la leña y una meditación sobre el instinto humano de supervivencia.




«La vacuna del coronavirus ya la teníamos, y nos la hemos cargado»

ENTREVISTA A FERNANDO VALLADARES

La premisa de Fernando Valladares es que el virus es parte del ecosistema. Advierte de que puede ser el prólogo de lo que se nos viene encima si no cambiamos nuestra relación con la naturaleza.

Fernando Valladares trabaja en el CSIC. Se licenció hace 30 años con premio extraordinario y se doctoró con el mismo galardón. Su investigación aborda los impactos de los cambios climáticos en los ecosistemas terrestres, y durante la pandemia ha lanzado una serie de vídeos y artículos tremendamente llamativos, poco habituales en la prensa. Su punto de vista es macro: su premisa es que el virus es parte del ecosistema. Dice que el coronavirus puede ser el prólogo de lo que se nos viene encima si no cambiamos sustancialmente nuestra relación con la naturaleza.

PREGUNTA. Tengo la sensación de que en los últimos años se multiplican las enfermedades nuevas. El SARS, el MERS, el ébola, el zika… ¿Tenemos más información o realmente hay más brotes potencialmente peligrosos?

RESPUESTA. Hay más información y más capacidad para detectar patógenos, pero hay muchos más brotes de los que había hace 30 años. Tras esto, hay una combinación de factores. La degradación de los ecosistemas es uno fundamental: una fuente de problemas a muchas escalas. A esto hay que sumar la globalización, que hace que los patógenos viajen y contagien a una velocidad inédita. Ni la globalización es la misma ahora que hace 30 años, ni la población mundial es la misma ni el estado de la naturaleza es igual. Una zoonosis que entonces podía ser local deja de serlo a una velocidad brutal.

P. ¿Qué es la zoonosis?

R. Una zoonosis es una infección humana que tiene origen en un animal, mediada por un patógeno que puede ser una bacteria, un virus, un hongo, etcétera. Si en una ciudad china se produce una zoonosis, como ha ocurrido, la globalización hace potencialmente incontrolable ese brote, a no ser que se tomen medidas drásticas a una velocidad de vértigo. A escala global, es muy difícil. El Gobierno del país en cuestión puede ocultarlo, reaccionar tarde… Hay muchos factores para que una zoonosis puntual tenga hoy consecuencias catastróficas a escala mundial.

P. ¿Se sabe ya cuál ha sido el viaje del coronavirus desde el reino animal a nosotros?

R. Según la literatura científica, lo más probable hoy día es que el virus se haya originado en el murciélago. Allí ha estado mucho tiempo y ha podido evolucionar. El coronavirus específico que nos está afectando no es exactamente igual, ha mutado en otras especies animales intermedias. No se sabe exactamente cuántas y cuáles. Es una investigación tan apasionante como difícil, casi hay que cantar bingo, porque estudias el parentesco filogenético y te haces con una lista de sospechosos, pero luego has de dar con un ejemplar concreto que tenga el virus.

P. En este sentido, se habla del pangolín como ‘culpable’, pero me parece que se crea una imagen errónea, porque en esa ‘culpa’ sería fundamental la acción humana con esos animales. ¿Me equivoco?

R. No, claro que no. Es exactamente así. Primero, el que ha buscado el contacto con el animal no ha sido el animal. Segundo, en muchos de los casos, el animal es infeccioso porque lo hemos fastidiado.

P. ¿El virus es parte del ecosistema?

R. Sí. Tenemos que insistir muchísimo en que virus y patógenos hay por todos lados. Hay en el ladrillo de la entrada de mi casa, en una explotación forestal, en nuestras mascotas. Nunca vamos a poder matarlos a todos: no podemos matar a todos los murciélagos, a todos los pangolines, a todas nuestras mascotas, ¡a los ladrillos! Los virus están ahí. Lo que importa es en qué cantidad, y si estamos aumentando las posibilidades de que patógenos nuevos, para los que nuestro sistema inmune no está preparado, de pronto entren en juego. Si no es este virus, habrá otros. La cuestión no es “muerto el perro se acabó la rabia”, porque vendrá otra cosa, y lo transportará el gato, o el ratón. Demonizando bichos no vamos a arreglar nada.

P. Podría sonar paradojico, pero ¿a más especies animales menos posibilidades de que un animal nos pase un virus?

R. Sí. Lo que necesitamos son muchos bichos. Es el cambio de paradigma en el que yo quiero insistir. Vemos las selvas y otros parajes naturales salvajes con un temor ancestral. Nos parecen muy peligrosos para la especie humana respecto de las enfermedades. Pueden serlo, desde luego: puedes pillar un patógeno raro allí, pero esto sería una circunstancia muy local. Sin embargo, este proceso empieza a ser peligroso para la humanidad cuando los contactos aumentan de forma masiva. No es lo mismo que vaya un pequeño grupo de investigadores a la selva que grupos de turistas en autobús. Todas estas actividades llevan consigo una degradación del hábitat. Si tienes que hacer una carretera para llegar, empiezas a perder especies en el camino. Y aquí es donde entran los mecanismos que yo comento: la biodiversidad, un sistema natural rico en especies, nos protege; su degradación nos amenaza.

P. ¿Cómo nos protege la biodiversidad, exactamente?

R. Cuando hay muchas especies distintas, animales grandes y pequeños, carnívoros y herbívoros, mamíferos y reptiles, etc., se establecen relaciones de competencia, de depredador y presa, parasitismos, etcétera. Esta diversidad de interacciones hace que unas especies controlen a otras y regulen su población. Bien: ahora estamos en un escenario en el que no sabemos cuántos hospedadores hay para este virus. Pero sí sabemos que, en un sistema rico en especies, ningún hospedador favorable para el virus va a sufrir una explosión demográfica, porque su población está controlada por las otras. En cambio, si desaparecen especies, se puede dar la mala casualidad de que empiece a aumentar demográficamente una especie que es portadora de un patógeno potencialmente malo para nosotros. De manera que el primer nivel en que nos protege la biodiversidad es este: grupos de especies que controlan grupos de especies en un equilibrio.

P. ¿Es lo que usted llama “dilución de la carga vírica”?

R. Está relacionado, pero es distinto. Hay muchas especies potencialmente portadoras del virus, pero has de pensar que no en todas las especies el virus va igual de bien. En algunas, donde el virus va un poco peor, se produce un efecto cortafuegos. Esto se ha visto ya con evidencias. Siempre pongo el ejemplo de la enfermedad de Lyme, en este caso una bacteria, en la Costa Este de América del Norte. Esta enfermedad la transmiten las garrapatas, pero para ello tienen que estar un tiempo chupándole la sangre a algún mamífero. Entre los animales que tenían esta bacteria, y por tanto se la pasaban a la garrapata, que nos la pasaba a nosotros, estaban las zarigüeyas y los ratones. Pues bien: los ratones tienen una carga vírica muy alta, y las zarigüeyas muy baja. Cuando la biodiversidad está repartida entre ratones y zarigüeyas, la carga patógena media en las garrapatas que parasitan ambas especies es más baja que cuando desaparecen las zarigüeyas porque nos hemos cargado su hábitat natural. Desde este momento, los ratones transmiten la enfermedad de Lyme de forma mucho más directa y efectiva. Ahí te has quedado sin ‘dilución de la carga vírica’, y estás ante un nuevo brote con alta incidencia en humanos.

P. ¿Cómo afectan las condiciones sanitarias de un mercado, por ejemplo, en la capacidad de contagio de un animal que venden allí?

R. A los animales les pasa lo mismo que a nosotros. Si a ti te tienen metido en una jaula, te transportan 800 kilómetros y te dan de comer mal, y te hacinan, y te tienen así varios días hasta que por fin te venden para que te coman, tú has estado unos cuantos días estresado y tu sistema inmune baja, de manera que tu carga vírica sube. Esto no solo pasa con el coronavirus. Siempre pongo el ejemplo del herpes zóster: virus que tenemos y que, cuando el sistema inmune está bien, ni nos damos cuenta, pero en cuanto baja y aumenta nuestra carga vírica, se desarrollan los síntomas y nos convertimos en organismos infecciosos. Esto ocurre con los animales que se tienen en malas condiciones sanitarias: no solo ‘pobrecitos de ellos’, sino que se convierten en bombas de relojería biológicas.

P. ¿Dónde están instaladas estas bombas?

R. Tenemos esta combinación fatídica tanto en sistemas artificiales, como puede ser un mercado o una explotación ganadera —como vimos en la gripe aviar y la fiebre porcina—, como en la propia naturaleza cuando los ecosistemas se estropean. Si el ecosistema funciona bien, cada individuo, con su acervo propio de patógenos, está bien. Pero cuanto mayor número de elementos de estrés haya, el patógeno sube su carga vírica.

P. ¿Tiene algo que ver el calentamiento global con que haya más enfermedades que nos afectan a los humanos en los últimos años?

R. No solo el calentamiento, sino la destrucción de los ecosistemas provocada por distintas actividades humanas. Nuevos patógenos surgen por ejemplo con la desaparición de los hielos. Al fundirse glaciares y el permafrost, ya hemos visto nuevos virus, que estaban perfectamente congeladitos, y se ponen en circulación. Algunos de esos virus tienen potencial de afectarnos. Muchos son completamente desconocidos para la ciencia y no tenemos ni idea de qué función cumplen. Pero hay un riesgo.

P. ¿Cómo enfrentar esas pandemias futuras?

R. La mejor protección es la naturaleza. Es la mejor vacuna, y nos la hemos cargado. No me cansaré de repetirlo: la naturaleza hace una protección integrada. Igual no es perfecta, pero su protección es de amplio espectro, no te cuesta dinero, es sostenida y cumple muchas otras funciones. La naturaleza está de guardia las 24 horas del día. Los servicios que está haciendo para mantener las condiciones físicas, químicas y biológicas que reducen la carga vírica, para que los riesgos de la zoonosis tengan unas dimensiones pequeñas, son impagables. Vamos rescatando de la biobliografía y el conocimiento científico piezas que nos permitan saber con precisión cómo funciona esta protección, pero ya sabemos que es real.

P. Hay gente que piensa que el virus se originó en un laboratorio, que es una creación humana.

R. Hay negacionistas para todo. Esta mañana leía algunas cosas en Twitter que me producen vergüenza ajena y preocupación, porque empiezan a rescatar una y otra vez la teoría de la conspiración de los chinos, que hicieron esto en unos laboratorios, etcétera. Yo ya no sé, como científico, qué hacer para frenar esas conspiranoias peregrinas y paranoicas. Se sabe que el virus es de origen natural. No ha sido manipulado.

P. Aparte de la desaparición de ‘especies cortafuegos’, usted también señala los peligros de la desertificación en la expansión de epidemias, por otros motivos.

R. Sí. En el polvo del desierto y en la atmósfera contaminada, muchos patógenos aguantan más tiempo y viajan más lejos. Con esto no quiero decir que el polvo del desierto sea un medio de contagio peligrosísimo, pero son pequeños factores que, reunidos, aumentan la carga vírica generalizada. Uno de los conceptos importantes que hemos de dejar muy claros es que el contagio, con el virus, no es sí o no. Si a ti ahora mismo te viene un virus, ni te enteras. Pero si te vienen cien mil millones, tu sistema inmune colapsa. Por eso es tan importante el concepto de carga vírica. Pues bien: en la contaminación o el polvo del desierto, los virus permanecen en suspensión más horas. Entonces, si tú tienes a tu prima enferma y tose, y además respiras en una atmósfera contaminada, al final del día la carga vírica que tú has recibido por distintas vías es mayor, y las probabilidades de que un virus encuentre un momento en que tu sistema inmune esté más flojo, o una nueva vía de entrada a tu cuerpo, aumentan.

P. Además, según he leído, la contaminación también nos baja las defensas ante una epidemia respiratoria.

R. Claro. Lo mismo se aplica a la calima y al polvo del desierto. Te predispone a que la enfermedad respiratoria sea grave. Desde la ecología, muchas veces el mensaje es este: los problemas no son sencillos, tienen muchas causas y hay muchos factores. Igual que hay muchos animales portadores y muchas vías de llegar al virus, también hay muchos factores que lo pueden amplificar o atenuar. Y ahí es donde lanzo el mensaje de que una naturaleza que funcione bien, con unos ecosistemas ricos en especies y en procesos, es la mejor barrera contra patógenos.

P. Sin embargo, frenar ciertos procesos de degradación del medio natural significaría perder mucho dinero, ¿no?

R. A la hora de valorar los procesos naturales, se les pone el precio mal. Por ejemplo, se pone precio al valor de la madera contenida en un bosque, o a los procesos de polinización de las abejas. Pero ¿quién le pone precio a la función de protección ante la pandemia del coronavirus? Nadie está en condiciones de poner precio a eso, pero ahora sabemos que hubiera sido tanto dinero que no lo habríamos podido pagar. La función de protección de la naturaleza nos blinda ante virus como este y ante otros muchos. Desarrollaremos una vacuna y unos fármacos fantásticos que te atenúan los síntomas, pero será para este coronavirus. Mañana viene otro.Las súper bacterias resistentes se multiplican por la contaminación

P. En otras condiciones naturales mejores, ¿el coronavirus podría haber seguido existiendo sin que lo supiéramos?

R. Exactamente. Todo virus, bacteria, etcétera es parte del ecosistema. Si no nos afecta antes, o no nos afecta nunca, es en parte porque los ecosistemas están equilibrados. El coronavirus podría haber seguido existiendo en el mundo animal sin que nos diéramos cuenta, de no haber sido por una acción humana que ha terminado forzando la zoonosis. Es como si te metes en una selva y te quejas de que te ha devorado un jaguar, sin darte cuenta de que eres tú, con tu comportamiento, el que ha alterado el equilibrio del ecosistema y ha ofrecido al jaguar una fuente de nutrición inesperada.

P. Es fascinante que el virus ni siquiera esté propiamente vivo.

R. Sí, los virus son unos elementos fascinantes. Están ahí, en todas partes, encima de todas las superficies que pensamos que están limpias. Tienen una capacidad de mutar muy grande, y en realidad no son más que pinzas de información. Sin un lector al que conectarse (la célula), no son ni organismos, no son ni seres vivos completos. Por sí mismos, no hacen nada. Y van a estar ahí y han estado siempre. Hay que aprender a convivir con ellos. Algunos de nosotros sufriremos enfermedades. Intentemos que sean pocos. Pero hay que recalcar que los médicos solo tienen la llave de una de las puertas, y aquí hay un montón de puertas. Como se dice en Naciones Unidas, el planeta entero tiene una sola salud. Si provocamos un daño en un punto, no es una locura pensar que vamos a sufrir nosotros un daño en otro.

P. Los epidemiólogos se han quejado mucho de que no se les ha escuchado antes.

R. Y tienen toda la razón para quejarse. Han clamado en el desierto. Se hace mucho hincapié en lavarnos las manos, pero hay un paso previo en la prevención que es fundamental: lavarle las manos al medio ambiente. Ahora, cuando usamos guantes o mascarillas, no sabemos exactamente dónde estará el virus, nuestra protección es rudimentaria, probabilística. En cambio, una naturaleza funcional, donde la carga vírica global esté en niveles aceptables para nosotros y para todos los organismos intermedios que lidian con estos virus, la protección es enorme.

P. ¿Es un error pensar que estas enfermedades raras vienen de animales exóticos?

R. Y tanto que es un error. Ha salido un artículo que hace una revisión de los mamíferos en la Tierra y dice cuáles son los que tienen más virus y patógenos, y lo que es paradójico y triste es que nos rodeamos precisamente de estas especies. Hay 80 o 100 especies que se acostumbran a los hábitats degradados o semidegradados, con fuerte influencia humana, y están llenas de patógenos. Tenemos mucha tarea que limpiar ahí fuera. Nos viene bien que haya mucho de todo, no que haya mucho de unas pocas especies. Cuando determinados animales son los únicos que quedan, si les va mal a ellos, nos va mal a todos. En cambio, si hay especies alternativas, la función de control de patógenos no se pierde del todo aunque le vaya mal, por ejemplo, al jabalí. Y este es el mensaje que en esta pandemia tendríamos que aprender y aplicar.

P. Estos días salgo a tirar la basura y Barcelona huele a campo. Veo en internet imágenes de cervatillos por las calles de Burgos, delfines en el puerto de Málaga, y mis amigos me dicen que desde Madrid se ve la sierra como si estuviera al lado. Esto, que es agradable, ¿no estará infundiendo una idea errónea sobre la capacidad de restauración de la naturaleza?

R. Estamos tan escasos de buenas noticias que yo tampoco le aguaría la fiesta a la gente. Esas imágenes tienen una lectura que sí es incontestable: la naturaleza responde, tiene una capacidad sorprendente. Desgraciadamente, un mes o dos de confinamiento no van a resolver la erosión, la desertificación, la pérdida de especies o el cambio climático. De hecho, las especies que se aventuran en las ciudades son la primera tanda, las más adaptables y oportunistas. Ahora las ciudades están viendo mirlos, petirrojos… Bueno, no está mal. Si empezamos a ver ruiseñores o tarabillas, la cosa empezará a volverse más interesante. No es lo mismo ver un jabalí en la calle que una comadreja. Una compadreja te indica que el ecosistema ha recuperado mucho más que un jabalí.

P. ¿El calentamiento global provocará mayores daños que este virus?

R. Sí. Fíjate en las implicaciones económicas, sociales y psicológicas de este pequeño desajuste. Pues esto es un ensayo. Si recuerdas los incendios tremebundos de Australia, fue otro ensayo: fue una imagen del futuro. Un vistazo al fenómeno del fuego en escenarios de clima como los que se esperan para muchas partes del mundo. Aquello fue ver en el laboratorio australiano lo que puede ser habitual en un margen de 15 años. Y esto de las pandemias, que vendrán más, también lo es.

P. ¿No nos salvará la tecnología?

R. La naturaleza es la tecnología más avanzada que hay. Cuando la naturaleza no funciona bien, cuando traspasamos un límite en nuestra explotación de recursos, cuando se acumulan estos fenómenos de huella y degradación ambiental, ocurren estas cosas. Nos lanzamos hacia adelante pensando que la tecnología y la riqueza nos van a librar de todos los males, pero una economía que no tenga en cuenta la preservación del equilibrio natural será totalmente vulnerable ante estos golpes.

P. Luego vendrán los ‘capitanes a posteriori’ esos…

R. Pues dejemos claro el ‘a priori’. Hemos de ser proactivos y anticiparnos a las colisiones y a las crisis. Ahora sacan el vídeo de Bill Gates donde avisaba del peligro de esta pandemia, pero tienes un montón de gente inteligentísima avisando de las consecuencias del calentamiento y no haces nada. Ser proactivos nos permitiría hacer historia. Este experimento de confinamiento debería provocarnos suficiente trauma como para que frenemos y digamos: vamos a ver las causas últimas de esta pandemia. Porque a lo mejor el próximo patógeno resulta que no afecta al sistema respiratorio, ¿y de qué te sirven entonces los respiradores?

P. ¿Qué sería el éxito respecto de la lucha contra esta pandemia?

R. Cualquier éxito que tengamos contra este virus, después del daño que nos ha hecho, va a ser parcial y pírrico. Un éxito real hubiera sido que no nos afectase. Y no es imposible. Necesitamos una clase política que sea consciente del desafío. El éxito ante esta pandemia no es que podamos salir de casa, sino que el riesgo de volver a estar confinados, por esta enfermedad o por otra, sea tan bajo como era hace 30 años. Y no estamos como hace 30 años. Somos el doble de gente y tenemos la mitad de ecosistemas. Para volver a estas condiciones de tranquilidad, cuando las posibilidades de una DANA, de unos incendios como los de Australia o una pandemia como esta eran moderadas, pero bajas, tenemos que cambiar muchas cosas. Y no las estamos queriendo cambiar. Las medidas populistas y los parches no van a resolverlo, y estamos contra las cuerdas.

JUAN SOTO IVARS

https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2020-04-28/entrevista-fernando-valladares-coronavirus-vacuna_2569143/




Por las malas, el coronavirus nos hará entender que el dinero es un medio y no un fin

“Allí donde está el peligro, crece también lo que nos salva”, memorable verso de Hölderlin, en su poema Patmos, cuya vigencia se extiende, generosa, hasta nuestros días.

En particular, el verso del poeta alemán resuena como una evocación y un desafío, durante la pandemia que no sólo nos ha llevado a lidiar con el conflicto trágico entre la salud y la economía, sino que, además, nos hace monotemáticos. ¿Qué es entonces lo que nos salva no sólo del virus que nos asalta, sino, además, de los riesgos surgidos en el último par de siglos como serían el holocausto nuclear y el cambio climático, la sociedad del control y una inteligencia artificial emancipada de su artífice (en concordancia con un temor ancestral que se remonta a la leyenda del Golem)? Si el origen común de los peligros en cuestión no  es otro que la inmoderada ambición del homo sapiens que busca afuera lo que le falta adentro, una pregunta se impone enseguida. ¿Es posible hacer del reto que nos compete la oportunidad para repensarnos, para reiniciarnos, inclusive, como se estila en los cultos mistéricos por conducto de una experiencia extrema, según reza el guión del ritual oficiado en Eleusis? Intentaremos contestarla.

Si en lo relativo al coronavirus el número de contagios es proporcional al número de contactos, empezamos a entender que dependemos de los demás, como ellos de nosotros. Siglos después de la construcción del concepto de individuo, del latín individuus, indivisible, descubrimos el infundio, cuando reconocemos que el ser humano no adquiere su condición de tal haciendo abstracción de los demás, sino interactuando con ellos, para no hablar de la multiplicación de los yo de turno que rotan en el mismo cuerpo. No faltan los desvíos, sin embargo. En complicidad con la racionalidad instrumental, el ancestro reptil fomenta la codicia. En lo sucesivo, la naturaleza, el Estado también, se conciben como botín, y nuestros semejantes, como un medio y no como un fin. No en vano, Frans de Waal acuña el concepto de inteligencia maquiavélica para referirse al afán por acumular dinero y poder a ultranza, por sobresalir si fuera necesario o aún innecesario. No es la única pulsión que nos asecha, por fortuna. Como mamíferos sabemos que las crías mueren si no se les presta la debida atención, y más exactamente, si los adultos de su estirpe no se ocupan de ellas. Como mamíferos, hemos sido forjados por la solidaridad; verificada en el ámbito familiar, la hemos hecho extensiva, en alguna medida, a la sociedad, como quería Confucio. 

Mamífero y reptil, fue la doble condición del primate que se arrojó a la sabana a raíz de un cambio climático hace seis millones de años. Debiendo enfrentar en grupo feroces depredadores a riesgo de perecer si no lo hacía, el homínido articuló el individualismo con la solidaridad. De ese malabarismo surgió el lenguaje. Tarde o temprano el equilibrio fue roto. Cultos de salvación que nos dicen que el individuo se salva solo o se condena solo; capitalismo entendido como liberalismo económico, en tiempos de la globalización y el neuromarketing, que pone a competir a todos contra todos y en el que el estigma del pecador ha sido trasferido al perdedor, han socavado la solidaridad y potenciado el individualismo. Todo lo cual ha sido reforzado por las nuevas tecnologías, cuyas pantallas nos atrapan; ensimismados hacemos tránsito del consumo conspicuo (para humillar a los demás, de acuerdo con Veblen) al emocional (por el simple placer de comprar, según Lipovetsky) sin apenas notarlo.

No somos autosuficientes, dependemos de los otros. He ahí la moraleja derivada de la pandemia que nos aqueja, traumática experiencia que acaso azuce al mamífero y modere al reptil que cada uno lleva adentro. Quizá entendamos que no es posible el crecimiento infinito en un planeta finito, que hay un punto en que más es menos; que el verdadero poder, si lo hubiera, es el que uno tiene sobre su tiempo libre; que el trabajo no es una mercancía (Karl Polanyi), que no se reduce a eficiencia y productividad, ni mucho menos, y que la finalidad de la economía, en síntesis, no es el crecimiento sino el bienestar. De como actuemos en esta encrucijada, y sobre todo, del viraje que demos a nuestras vidas en la pospandemia, habrán de hablar los antropólogos del futuro con conmiseración o jactancia.  Puede ocurrir que sacrifiquemos la privacidad, y por su conducto, la libertad de pensamiento, cuando a la vulnerabilidad de la civilización adicionemos la de la cultura, o que fortalezcamos el sistema de salud como un bien público verdaderamente prioritario, no supeditado al concepto de rentabilidad, por supuesto, o nos interesemos en las teorías del decrecimiento.

Un trágico episodio como el que gravita alrededor del coronavirus revela con elocuencia la fragilidad del homo sapiens, la de su cuerpo vencido por un ser a mitad de camino entre la materia inerte y la materia orgánica, la de su psique reactiva al miedo, y aún a la ira y a la tristeza, así como el carácter interdependiente de la humanidad. Ha llegado la hora de revisar la manía de transmutar los medios en fines, como acontece con el dinero, la de convertir la salud en negocio, por ejemplo, y cuyas secuelas –impúdica concentración de la riqueza, políticos de alquiler o democracias prepago- comprometen el bienestar de la humanidad, su supervivencia, inclusive.

Hay quienes sostienen que habiendo llegado a cierto punto de avance tecnológico, una civilización fatalmente se destruye, y hay muchas maneras de hacerlo. Acaso sea esa la razón por la que nadie se ha comunicado con nosotros en el infinito o cuasi infinito universo o multiverso. ¿Seremos la excepción o la regla? El azar, en Wuhan, nos ha dado la ocasión de elegir. ¿Actuaremos a tiempo o a destiempo? Ahora no leemos la historia, la vivimos, en primera persona y en tiempo real.